Guillermo de Baskerville, el maestro de Adso, es una figura que alude a dos personajes, uno real y otro literario. El personaje real, a quien se cita a menudo en la novela, es el filósofo y también fraile franciscano Guillermo de Occam; el literario es el detective Sherlock Holmes, uno de cuyos casos más famosos es "El sabueso de Baskerville". Como Sherlock y Holmes, Adso y Guillermo forman una pareja de detectives. Adso, como el doctor Watson, es el encargado de narrar los casos (un solo caso, en "El nombre de la rosa") de su maestro. No parece casual que Adso y Watson contengan las mismas vocales, ni que el nombre de Adso recuerde el verbo latino adsum, "estoy presente" y, por tanto, "soy testigo"¹. Para despejar las dudas sobre la influencia de Holmes y Watson sobre los personajes de Guillermo y Adso, nada mejor que acudir al testimonio de la propia novela, pues, en la descripción de Guillermo que hace Adso, Eco nos ha dejado una clara prueba de esa relación. Vale la pena comparar el retrato de Guillermo con el retrato que de Holmes hace el doctor Watson en la primera novela protagonizada por esta pareja, "Estudio en escarlata".
"Estudio en escarlata": descripción física de Sherlock Holmes
En altura andaba antes por encima que por debajo de los seis pies, aunque la delgadez extrema exageraba considerablemente esa estatura. Los ojos eran agudos y penetrantes, salvo en los períodos de sopor a que he aludido, y su fina nariz de ave rapaz le daba no sé qué aire de viveza y determinación. La barbilla también, prominente y maciza, delataba en su dueño un hombre de firmes resoluciones. Las manos aparecían siempre manchadas de tinta y distintos productos químicos, siendo, sin embargo,
de una exquisita delicadeza, como innumerables veces eché de ver por el modo en que manejaba Holmes sus frágiles instrumentos de física.
"El nombre de la rosa": descripción física de Guillermo
Su altura era superior a la de un hombre normal y, como era muy enjuto, parecía aún más alto. Su mirada era aguda y penetrante; la nariz afilada y un poco aguileña infundía a su rostro una expresión vigilante, salvo en los momentos de letargo a los que luego me referiré. También la barbilla delataba una firme voluntad, aunque la cara alargada y cubierta de pecas —
como a menudo observé en la gente nacida entre Hibernia y Northumbria— parecía expresar a veces incertidumbre y perplejidad. (...) Pero incluso cuando sus manos
tocaban cosas fragilísimas, como ciertos códices cuyas miniaturas aún
estaban frescas, o páginas corroídas por el tiempo y quebradizas como
pan ácimo, poseía, me parece, una extraordinaria delicadeza de tacto, la
misma que empleaba al manipular sus máquinas.
"Estudio en escarlata": carácter de Sherlock Holmes
Cuando se apoderaba de él la fiebre del trabajo era capaz de
desplegar una energía sin parangón; pero a trechos y con puntualidad
fatal, caía en un extraño estado de abulia, y entonces, y durante días,
permanecía extendido sobre el sofá de la sala de estar, sin mover apenas
un músculo o pronunciar palabra de la mañana a la noche. En tales
ocasiones no dejaba de percibir en sus ojos cierta expresión perdida y
como ausente que, a no ser por la templanza y la limpieza de su vida
toda, me habría atrevido a imputar el efecto de algún narcótico. Su
misma apariencia y aspecto externos eran a propósito para llamar la
atención del más casual observador.
"El nombre de la rosa": carácter de Guillermo
Cuando tenía un acceso de actividad, su energía parecía inagotable.
Pero de vez en cuando, como si su espíritu vital tuviese algo del
cangrejo, se retraía en estados de inercia, y lo vi a veces en su celda,
tendido sobre el jergón, pronunciando con dificultad unos monosílabos,
sin contraer un solo músculo del rostro. En aquellas ocasiones aparecía
en sus ojos una expresión vacía y ausente, y, si la evidente sobriedad
que regía sus costumbres no me hubiese obligado a desechar la idea,
habría sospechado que se encontraba bajo el influjo de alguna sustancia
vegetal capaz de provocar visiones.
1) en esto no había reparado vuestro viejo profesor de latín hasta que se lo señaló vuestra sagaz profesora de griego. De los nombres de los personajes hablaremos más adelante. Tienen su enjundia.